viernes, 31 de julio de 2009

La venganza de la güera


No cabe duda, a veces es mejor pensar con las piernas.

Cerca de las 8 de la noche iban los tres en la camioneta amarilla rumbo al baile en Pómaro, la güera había esperado el día con tal emoción que no le importó tener que hacerse acompañar de la tía, pues su padre la condicionó a llevar una chaperona. Pero bueno, ésta no era cualquier chaperona, era la tía recién llegada de Estados Unidos con la mente bien abierta y dispuesta a ser cómplice de la chiquilla en ese día. Finalmente no cualquier muchacha de Pómaro puede hacerse acompañar de un sueco así como así, y qué bueno que la tía lo entendiera.

- ¡Las mujeres de Pómaro son para los hombres Pómaro¡- dijo el tío, recordándole las cartas de la Reina Isabel, esas que su pueblo atesora pues son el testimonio de que las tierras les pertenecen, la Reina se las dio.

- Mujer es tierra, acuérdate, y si le das tu hija al sueco, pues tendrás que darle tu tierra también, y eso, el pueblo no lo va a permitir… allá tú si quieres darle a tu hija, pero las tierras, ¡nada¡, ¡mejor que se la lleve lejos¡-

Quién sabe qué habrá sido, pero la gente dice que los francos no tuvieron nada que ver, que el suizo se ganó a la familia “a la buena”. Eso sí, lo de andar dando hijas nunca pasó, pues dicen que el suizo nunca “la pidió” pero que la trataba muy bien y siempre se les veía cariñosos en la camioneta amarilla.

Entre el baile, las chelas y las luces, a la güera le empezó a dar el váguido, y al darse cuenta de que su suizo no estaba con ella todo empezó a ponerse tan prieto como la misma noche. Lo llamaba a gritos, vomitaba, escupía; las otras jovencitas empezaron a verla muy mal y le ayudaron a buscar a su suizo. No quiero adelantarme, pero, yo estuve alguna vez en la mismita situación, no contaré lo que pasó, pero una cosa es segura. Cuando el novio no aparece en una fiestecita, lo mejor es olvidarse de que existe y pasarla lo mejor que se pueda.

Pero las mujeres no aprendemos de consejitos inútiles, y la güera, actuó cual mujer ebria y enamorada en busca de su hombre, sólo que su hombre, ya no era tan suyo pues la tía se estaba cobrando su parte de complicidad con unos buenos apretones en la dichosa camioneta amarilla que, esa sí no se cansó de “bailar” en toda la noche. Y si del amor del suizo hacia la güera ahora tienen dudas, algo certero tenia la güera. Ese suizo sería su mortaja, así lo decidió en cuanto los vio y la rabia por sus venas sólo le hablaba de venganza.

La tía, con todo y los dolorcitos en el vientre, las piernas temblorosas todavía destilando amor (por no decir pulque) dijo al suizo que no se preocupara, que andaba borracha, que la iba a llevar a dormir a su casa para que su padre la aplacara. ¡Claro¡, el suizo embriagado de mujeres pues ya nomás pensaba en írsela a curar al día siguiente, y en unos tres días ir a buscar a la güera, que como buena enamorada –claro está- le otorgaría el perdón.

Muchas veces somos perversas, y pregunten si no a cualquier mujer engañada. La tía quiso divertirse un ratito más y no hacer ruido, así que llevó a la muchacha a una chocita cerca de la carretera y lejos de las casas. Nadie la escuchó berrear como lo hizo toda la noche y por la madrugada un primo pasó muy temprano antes de ir a la pesca. La güera ya nomás se balanceaba de una sábana colgada al techo.

Dicen en Pómaro que el suizo andaba inconsolable, pero muy tarde, ése amor ya no le sirve a la güera.

miércoles, 29 de julio de 2009

Gina Vouyeur

Estas vacaciones me encuentro en pleno desierto. Los primeros días muy bien todo, pero después de haber estado unos días aquí y otros tantos que pase antes en la playa, el sol ya me empieza a pesar, como dijo Alfonso Reyes “anda tras de mí como perrito faldero” y a mí eso de los chaperones no me va.
Cada día que pasa me digo que Morelia, –aunque por el momento la capi michoacana se trae un ambiente muy “familiar”, de unidad, y esas cosas… a los rufianes les salió lo de andar promoviendo los valores- es un paraíso, con su clima tan amable y mi cuarto, y mi cama King size (tan amable también), mi ventana plagada de enredaderas, mis dos perritos negros y mi compu….ahhh¡¡¡, si lo sé, eso es muy superficial, pero ni modo, creo que todos tenemos que aceptar esa parte y yo la acepto y la extraño ahora que no la tengo. Pero sobretodo, hoy, en este momento, extraño la mirada del ojo ajeno, extraño andar husmeando los blog sde quienes ni conozco.

Extraño enormemente a mi blog y aunque llevamos muy poco tiempo juntos yo ya le he tomado mucho cariñito. Esto de andarme exhibiendo me anda gustando demasiado.

martes, 7 de julio de 2009

Los guardacachivaches

Ahí estábamos Román y yo, sentados en la Alameda comiendo tlacoyos cuando un hombre y una mujer de apariencia extraña se acercaron a nosotros. Un “hola” exigiendo toda nuestra atención salió de sus labios que apenas se dibujaban entre las barbas y la mugre de su rostro. Nosotros le dimos un “hola” sin mucho entusiasmo, pensamos que tal vez quería dinero o nuestros tlacoyos. Pero no, no fue así. Primero le pidió a Román que se hiciera a un lado para que él cupiera en la banca. Sólo cabíamos los tres, la mujer de cabellos rubios se quedó de pie, recargada en un carrito de mandado lleno de cachivaches. La guarda cachivaches. Su guardacachivaches.

Nuevamente, demandando nuestra atención dijo – soy árabe, puedo hablar contigo pero no con tu mujer, mi mujer lo prohíbe-. Ante la advertencia los dos guardamos silencio. Yo pensé que Román se estaba solidarizando conmigo. El hombre decía venir huyendo de Suiza y España, nosotros nos preguntábamos mil cosas pero guardábamos silencio. Una vez que Román se acabó su tlacoyo dijo –a mí me encantaría poder estar en Suiza o en España-.

-¡El mundo está lleno de gente estúpida¡, ¿Creen que ahí van a encontrar la felicidad? ¡Todo está podrido por la miseria¡¡ ¡¡Todo¡¡¡ ¡Todos los lugares son el mismo lugar¡ ¿No se dan cuenta? Mira¡¡

El hombre enfurecido saca un celular de su bolsillo y le muestra a Román una foto.

-Qué bonita niña ¿es tu hija?- dijo Román contemplando seriamente la foto

-No tengo hijos, no los tendré nunca porque acabarán igual que ella-. Renegó el árabe

Luego le muestra a Román otra foto en la que yo apenas alcancé a ver de reojo unas manchas borrosas.

-No distingo qué es- dijo Román

-No es nada. Sólo es la niña que flota como mosca cuando se tiró desde un edificio en Suiza. A nadie le importó hasta que hubo que quitar las manchas de la calle. Y qué crees ¿Que quería comer? ¿Que quería dinero? Lo dudo-.

Yo hice de mi tlacoyo una bolita de maza en mis manos. Pensaba que esa niña no tenía ningún guardacachivaches.

La lluvia nos dio otra oportunidad de comenzar el día. Corrimos con todas nuestras fuerzas, el coche estaba lejos y yo sólo quería que Coyoacán borrara a la niña suspendida en el aire.

La lluvia arreció y desde dentro del auto veía a la gente correr. Nadie quería mojarse. Nadie quiere morirse tampoco. Nadie quiere estar solo. Ni Román, por eso se llena de mujeres cuando yo no estoy. Ni yo, por eso me lleno de cursos y de películas cuando no está él, también de amigos con los que me hago fantasías en mi cabeza pero que pocas veces he llevado a la realidad. Sólo pocas veces.

El semáforo en rojo, la lluvia en el parabrisas, Román limpia los vidrios y unos niños se revelan en el crucero. Las gotas vuelven a tapar lo que hay afuera. Yo le pido a Román que deje las gotas, que no las limpie, que apague el parabrisas. Coyoacán nos espera.