domingo, 11 de octubre de 2009

La muchacha de los grillos en la panza

El pintor y la muchacha se hicieron novios. Paseaban por todo el centro con cierta calma que a ella le irritaba. Él le mostraba los detalles de la ciudad como si fuera una gran pintura. Todo se lo explicaba como lo haría un gran crítico de arte. Los movimientos de sus manos -más femeninas que las de ella- eran lentos.
Un día ella se hartó.
Las palabras del pintor las guardó entre sus cachivaches. A veces le sirven.
Los colores que le regaló los guardó en sus cachivaches. Un día los usó.
Ella le agradece sus temores. Gracias a eso pintó de colores su pureza un día.